23 mar 2018

Salmo 43 Oración del pueblo en las calamidades



Salmo 43

Oración del pueblo en las calamidades

Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron, 
nuestros padres nos lo han contado: 
la obra que realizaste en sus días, 
en los años remotos. 

Tú mismo con tu mano desposeíste a los gentiles, 
y los plantaste a ellos; 
trituraste a las naciones, 
y los hiciste crecer a ellos. 

Porque no fue su espada la que ocupó la tierra, 
ni su brazo el que le dió la victoria, 
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro, 
porque tú lo amabas. 

Mi rey y mi Dios eres tú, 
que das la victoria a Jacob: 
con tu auxilio embestimos al enemigo, 
en tu nombre pisoteamos al agresor. 

Pues yo no confío en mi arco, 
ni mi espada me da la victoria; 
tú nos das la victoria sobre el enemigo 
y derrotas a nuestros adversarios. 

Dios ha sido siempre nuestro orgullo, 
y siempre damos gracias a tu nombre. 

Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas, 
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas: 
nos haces retroceder ante el enemigo, 
y nuestro adversario nos saquea. 

Nos entregas como ovejas a la matanza 
y nos has dispersado por las naciones; 
vendes a tu pueblo por nada, 
no lo tasas muy alto. 

Nos haces el escarnio de nuestros vecinos, 
irrisión y burla de los que nos rodean; 
nos has hecho el refrán de los gentiles, 
nos hacen muecas las naciones. 

Tengo siempre delante mi deshonra, 
y la vergüenza me cubre la cara 
al oír insultos e injurias, 
al ver a mi rival y a mi enemigo. 

Todo esto nos viene encima, 
sin haberte olvidado 
ni haber violado tu alianza, 
sin que se volviera atrás nuestro corazón 
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos; 
Y tú nos arrojaste a un lugar de chacales 
y nos cubriste de tinieblas. 

Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios 
y extendido las manos a un dios extraño, 
el Señor lo habría averiguado, 
pues él penetra los secretos del corazón. 

Por tu causa nos degüellan cada día, 
nos tratan como a ovejas de matanza. 
Despierta, Señor, ¿por qué duermes? 
Levántate, no nos rechaces más. 
¿Por qué nos escondes tu rostro 
y olvidas nuestra desgracia y opresión? 

Nuestro aliento se hunde en el polvo, 
nuestro vientre está pegado al suelo. 
Levántate a socorrernos, 
redímenos por tu misericordia.

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